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Una noche en el Grand Siena.

  • Foto del escritor: Ángel Galeote
    Ángel Galeote
  • 9 oct
  • 3 Min. de lectura

Algunas películas comienzan con una frase sencilla: “Una noche en…”.

Una noche en la ópera, Una noche en el museo, Una noche en el Ritz…


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Pero si la gastronomía pudiera rodar su propio filme, el título indiscutible sería


“Una noche en el Grand Siena”


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Desde el momento en que uno cruza sus puertas, el lugar impone una presencia magnética. Las luces, cálidas y sutiles, envuelven el espacio con un aura cinematográfica; cada rincón parece diseñado para ser admirado.


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En un punto privilegiado del Mediterráneo, Grand Siena es mucho más que un restaurante: es un concepto de experiencia.

Un refugio donde la estética, la gastronomía y la música se encuentran en perfecta armonía.


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El preludio: la terraza y el aperitivo


La velada comenzó en la terraza, con un otoño que aún conservaba el aliento del verano.


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El ambiente era vibrante y cosmopolita: risas entre copas, miradas cómplices, el murmullo de conversaciones felices.


Un público diverso, pero con una certeza común: estar en el lugar perfecto.


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El recibimiento fue impecable, de una elegancia natural que no necesita esfuerzo.

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La carta —un recorrido gastronómico por distintas partes del mundo— prometía una experiencia tan global como íntima.


Un recibimiento que nos hizo viajar en el tiempo, a esos años dorados de la infancia donde todo era magia, risas y colores de feria. Momentos que quedaron grabados para siempre en el corazón.


Yuzu Experience — Cognac, Yuzu, cava y una nube de algodón de azúcar: elegante, efervescente y sorprendente.
Yuzu Experience — Cognac, Yuzu, cava y una nube de algodón de azúcar: elegante, efervescente y sorprendente.

Gracias a Grand Siena por regalarnos esa chispa de felicidad que nos hizo volver, aunque solo por un instante, a la dulzura y la inocencia de ser niños.



Entrantes: primeras notas de una sinfonía


Rock Shrimp Tempura: gambones de textura etérea, envueltos en un crujiente delicado y realzados por una salsa picante y lima que despierta el paladar con sutileza.


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Sushi Banana Chicken: una propuesta audaz y lúdica, donde el plátano flambeado abraza al pollo en tempura con un toque de Teriyaki.


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Un juego de contrastes que resume la esencia del Grand Siena: innovación sin perder la elegancia.


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Desde la primera planta, donde se encontraba nuestra mesa, la vista era un privilegio en sí misma.


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Cada espacio del restaurante cuenta una historia; cada mesa tiene alma.



Primeros: el viaje sensorial


High Towers Tapas Deluxe, una reinterpretación sofisticada de las tapas tradicionales:


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Calamar a la romana, ligero y dorado, pura textura mediterránea.
Calamar a la romana, ligero y dorado, pura textura mediterránea.
Pulpo gratinado con alioli, intenso, cremoso, inconfundible.
Pulpo gratinado con alioli, intenso, cremoso, inconfundible.
Croquetas de pollo y coco con curry rojo y lima, un guiño exótico que aporta equilibrio entre dulzura y picante.
Croquetas de pollo y coco con curry rojo y lima, un guiño exótico que aporta equilibrio entre dulzura y picante.

Cada plato aparece como un compás dentro de una partitura cuidadosamente orquestada.


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Segundos: la madurez del sabor


Tataki Premium de ternera con pan pita y puré de trufa: elegante, profundo, con un perfume que invita a cerrar los ojos.


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Tuétano caramelizado con salsa Hoisin y cebollino: un homenaje a los sabores intensos, carnosos y llenos de carácter.


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Ambos platos revelan una cocina que no busca solo impresionar, sino emocionar.



El descenso a la dulzura


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El postre nos llevó a la planta baja, junto a la cocina y la coctelería, donde el ambiente cambiaba: más íntimo, más cercano al ritual.



Apple Crumble Cream: tibio, aromático, delicadamente equilibrado.



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Torrijas de la abuela con toffee y helado: una versión elevada de un clásico, que despierta memorias y conforta el alma.


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Cócteles, música y atmósfera


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La música — una selección magistral de vocal house y remember— convertía la terraza en una escena de película.


Ninguna canción parecía casual; cada una acompañaba el momento con precisión milimétrica.


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Los cócteles, coloridos y sofisticados, aportaban el toque final a la velada:


Wasabi Blaster — gin, lychee, albahaca, mango y wasabi: atrevido y fresco, con una personalidad inconfundible.


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La orquesta invisible


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El secreto del Grand Siena reside, sin duda, en su equipo.


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Camareros, maîtres, cocteleros y cocina forman una maquinaria silenciosa y perfecta.


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Cada movimiento, cada gesto, cada plato servido responde a una coordinación casi musical.


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Al frente, Salvatore, auténtico director de esta sinfonía gastronómica, logra algo poco común: transformar el servicio en arte y la atención en emoción.


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UN EQUIPO EXCEPCIONAL:


BARRA - Karl John Ochale - Katherine Giraldo - Cristina Montserrat a Pincay


SALA- Daniel Aledo- Katherine Guaranda Torres - Costanza Salvatore- Maitane Sánchez - Yasmina Cerezuela


- ALADIN Mencias - Milagrina Rosario - John Amarado



El epílogo: el recuerdo


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Hay lugares donde se cena.

Y hay lugares donde se vive.


Grand Siena pertenece a la segunda categoría.

Una experiencia que trasciende el plato y se convierte en memoria.


Porque quien te acompaña en una noche así te querrá un poco más.

Y quien la comparta contigo la recordará siempre.


Una noche en el Grand Siena no es solo una cena:


es un encuentro entre el gusto, la belleza y el alma.

Una historia para contar… y revivir.



 
 
 

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